LA INGRATITUD DE LOS HIJOS...
Siempre me he preguntado porque hay hijos tan ingratos que no valoran lo que sus padres le dan a uno , muchas veces uno de hijo no lo ve facilmente pero cuando va creciendo se va dando cuenta de los errores que a cometido al no saber valorar todo lo que un padre da con todo su esfuerzo.
no se si a muchos de ustedes les haya pasado pero a mi si y ahora que me doy cuenta y siento que no le debo mucho a mis padres como me deben mis hijos a mi y sin embargo a ambos los cuide y les cerre los ojos.
los hijos de hoy ,“Se creen dueños del mundo” Lo ven a uno como si usted tuviera una deuda con ellos”
La ingratitud es una enfermedad del alma, y cuando el causante de esta enfermedad es tu propio hijo, no existe médico especialista que pueda sanarla, que pueda devolver la armonía y el equilibrio que su alma ha perdido, que le recuerde emociones escondidas en el subconsciente, que tenía apartadas.
Muchos hijos son ingratos con sus padres, no quieren recordar los desvelos y fatigas que esas dos personas(ahora ya mayores), pasaron hace mucho tiempo, para procurarles una educación.
No quieren recordar de donde provienen, que sus padres se sacrificaron hasta límites insospechados, para que a ellos no les faltase lo esencial en sus vidas.
No recuerdan el verdadero significado de la palabra PADRES.
No quieren ver el sufrimiento que provocan en esas caras, en cuyos rostros ya han surcado las arrugas del paso del tiempo.
Cuan ingratos, egoistas y desagradecidos son algunos hijos incluyo aqui a los 4 mios.
Usan a sus progenitores cuando todavía les son útiles, los convierten en canguros forzosos de los nietos sin oir ninguna queja ni lamentación.
¿Y que reciben "ellos" a cambio?
Ni una llamada de teléfono interesándose por su salud.
Ni una visita esporádica para verles sonreir de satisfacción, por el solo hecho de abrir la puerta y ver a "su hijo".
!Que pena!, hacerse mayor y ver que tu mayor logro en la vida, del que estás más orgulloso, "tu hijo", te aparta como si de un juguete roto se tratase.
cuando ese tren, arranque del andén, nos quedará un gran vacío en nuestro interior, y quizás lo único que nos consuele, sea la certeza de haber hecho lo imposible por procurar siempre su felicidad de nuestros hijos, pero nos cargaremos al vagon de las penas el triste recuerdo de sabernos estorbo y de ver que no somos nada para quien tanto fue para nosotros.
Odalys
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